«No seas buen vecino con ella o te enviare una carta de amor directamente desde mi corazon. ¿Sabes que es una carta de amor?, es una bala de mi pistola maldito imbecil. Si recibes de mí una carta de amor, puedes darte por muerto. ¿Lo entiendes, capullo? Te enviaré directamente al infierno.»

Tras lo que pudiera parecer una película más de los horteras pero inolvidables años 80, se esconde unos de los más brillantes y personales ejercicios cinematográficos de todos los tiempos. David Lynch ya había dado muestras de su peculiar mente en obras excepcionales como Cabeza Borradora (1976) o El Hombre Elefante (1980), pero es con esta película con la que alcanzó la cumbre, si es que la carrera de este clásico tiene una sola cumbre con películas como Una Historia Verdadera (1999) o Mulholland Drive (2001) y una serie como Twin Peaks (1990-1991) en su historial.

No lo tenía fácil David Lynch tras el fracaso comercial de su anterior película, Dune (1984), sobre la que perdió el control absoluto, llegándose a recortar su metraje final en varias horas (se dice que hasta cerca de 6). Afortunadamente, Dino de Laurentis le dio una segunda oportunidad cediéndole el control absoluto sobre el montaje final de esta cinta que nos ocupa, la cuel llevaba en su cabeza varios años. Sin embargo, el corto presupuesto asignado obligó a Davida recortar en gran medida sus intenciones.


Quizá debido a que se encontraba contra las cuerdas, encontramos en Terciopelo Azul uno de los trabajos menos surrealistas y experimentales de su director, siendo accesible al gran público. No por ello estamos ante un film convencional, ni mucho menos. En él se aprecia el personal lenguaje cinematográfico de David (más cercano al mundo de los sueños que a éste), así como su empleo del color y del sonido. No olvidemos que antes que cineasta, David Lynch era pintor. Es digna de estudia la secuencia inicial del film: comienza a sonal la canción Blue Velvet de Bobby Vinton, mientras vemos el claro cielo azul, unas coloridas flores de jardín, un camión de simpáticos bomberos que nos saludan, unos niños cruzando la calle bajo el atento cobijo de un guarda, un hombre regando su jardín… pero de repente, algo trunca esa calma. La manguera se enreda, el hombre que riega su jardín sufre un infarto y cae al suelo ante la impasibilidad de un niño y de su perro, y de la manguera, que sigue regando (se habla de una analogía entre la manguera y la vena del hombre). La cámara se adentra en el césped, donde se nos descubre un nido de sucios insectos. dicho trncamiento se produce también en el sonido, donde se va sustituyendo la canción de Blue Velvet por unos sonidos alarmantes y desapacibles. Nos hemos adentrado en el lado tenebroso de la realidad. “Ahora está oscuro”.

Tal alternancia entre lo bello y lo horrible, entre lo apacible y lo oscuro, se producirá a lo largo de todo el film. Tal y como ocurre en la vida real, lo perverso acecha bajo el césped de la normalidad. El tranquilo pueblo maderero de Lumberton es el contexto elegido por David Lynch para escenificar dicha normalidad, si bien podría haber sido cualquier otro pueblo como, por ejemplo, Twin Peaks sin ir más lejos (realmente, parte de la película se rodó en el pueblo vecino de Lumberton, Wilmington). Allí llega el joven Jeffrey Beaumont preocupado por el estado de su padre (el hombre que regaba el jardín). en uno de sus trayectos al hospital, descubre una oreja humana escondida también entre la hierba, al igual que los insectos. Este descubrimiento le revelará a Jeffrey un oscuro mundo que no conocía de su pueblo natal y que le es extraño y hostil. Sin embargo, se sentirá atraído por él. En él conocerá a Dorothy Valens, una conmovedora y misteriosa Isabella Rossellini (cómo olvidar ese momento en que le dice a Jeffrey que le ha buscado en el armario), que interpreta a una cantante extorsionada por Frank Booth, un gangster psicópata excelentemente interpretado por Dennis Hopper.

Así, Jeffrey se verá envuelto en una trepidante y peligrosa trama que, si bien por un lado le parece una pesadilla, por otro lado se verá atraído irresistiblemente hacia ella. Y de nuevo apreciamos esa dualidad entre lo bello y lo extraño cuando Jeffrey se siente atraído por la dulce hija del detective Williams, Sandy, y por la inquietante Dorothy, cuya extorsión por parte de Frank la llevaa identificar el dolor con el placer.

Importante en esta película, como en casi toda la filmpografía de David Lynch, es la música. Para ella cuenta, como casi siempre, con el magnífico Angelo Badalamenti. La escena de la guarida de Ben con la onírica In Dreams de Roy Orbison de fondo es de las que se te quedan grabadas, si bien, a Roy Orbison no le gustó en un principio el nuevo enfoque que se le daba a su canción. asímismo, cabe destacar también la ya mencionada Blue Velvet de Bobby Vinton en la secuencia inicial.

En resumen, una película en la que cada plano, cada gesto, cada objeto, tiene un significado.