«Quizá podamos entendernos mejor si prescindimos de las palabras.»

El quinto largometraje de Wes Anderson ofrece más de lo mismo, podrían decir sus detractores. Pero a los que nos gusta el sello del director tejano nos parece más que suficiente para poder ver una buena película. Y es que, una vez más, los conflictos familiares vuelven a servirle de hilos para tejer una comedia dramática colorista.

Esta vez se trata de la familia Whitman, tres hermanos que se reúnen en un viaje pretendidamente espiritual tras la muerte de su padre. Francis, interpretado por el genial Owen Wilson, es el hermano metódico, el organizador de este viaje. Peter (Adrien Brody), es el hermano mediano y aunque, a primera vista, parece el más asentado, llega a este viaje escapando de la encrucijada de saber que tendrá un hijo con la mujer de la que siempre creyó que se separaría. Jack , interpretado por el también co-guionista, Jason Schwartzman, es el hermano pequeño y el más complejo de los personajes: el corto Hotel Chevalier (Wes Anderson, 2007) proyectado antes de la película se hace esencial para comprender su personaje.

El viaje transcurre en un collage repleto de personajes fácilmente caricaturizables (Francis con sus vendas, su bastón, sus itinerarios y sus plumas; Peter, con sus gafas, el cinturón y su serpiente; Jack, con su bigote y su iPod, el jefe del tren con su colorida vestimenta aborigen y su impávido rostro, la pareja de turistas alemanas…) con los itinerarios de Francis buscando una espiritualidad de manera forzada y metódica. Pero es a partir de que son expulsados del tren y abandonan el itinerario trazado de los templos cuando realmente se encuentran con esa espiritualidad, cuando dejan las oraciones y comienzan a enfrentarse a sus miedos y a abrir sus mentes y sus corazones, buscando las razones de su distanciamiento. El funeral del niño indio les hace revivir el momento a partir del cual sus caminos se separaron, el funeral de su padre.

El viaje culmina con el encuentro de la madre perdida, una peculiar Anjelica Huston, que para decepción de los tres hermanos, no es capaz de responder a ninguna de sus preguntas, quizá porque no tienen respuesta. La película tampoco responde a muchas preguntas, pero con el talento visual de Wes Anderson y el acertado plantel de actores, hacen que el viaje resulte satisfactorio.

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